Sueñas desde la infancia, ya sea con caramelos como con
cometas, música, tocadiscos, con sueños, flautas, avestruces, helicópteros
nadadores y truchas voladoras, tazas que hablan y marionetas que mienten.Imaginas, llevas tu mente hasta el infinito y más allá, disfrutas de momentos como la primera vez que bebes una Coca-Cola, pruebas los espaguettis y te manchas la nariz de tomate, soplas las velas del primer cumpleaños, se te cae un diente y el Ratoncito Pérez te trae un regalito, te comes una ensaimada sin mancharte los dedos de harina, haces una escultura de arcilla, no intentas comerte la plastilina, cantas el "Cumpleaños Feliz" entero en Inglés y algún que otro villancico sin inventarse la mitad de las palabras...
Y aún así algunos de esos momentos se vuelven a revivir, como si no hubieran ocurrido, si nos pillaran de imprevisto, sin estar preparados.
Alcanzamos la fama en el mundo de las muñecas y, en nuestra mente, somos creadores de una gran familia en el juego de papás y mamás, el motor que impulsa los cohetes hechos de papel y las olas que arrastran mar adentro a los barquitos de periódico.
Tarareamos letras de canciones que nos duplican la edad, nos sabemos todas las canciones y las bailamos por la calle aunque nos vea medio vecindario.
No nos importa chillar y que nos oigan, solo nos olvidamos de la existencia de quienes no conocemos, nos dejamos llevar.
Y sin embargo, no somos capaces de alcanzar el nivel de madurez suficiente para dejar de intentar hacer nuestros sueños de la infancia realidad.
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