quitarse sus zapatos. Para hacerlo tiene que botar como al ponerse unas mallas muy ajustadas. Da saltos por toda la casa hasta que lo consigue. Una vez descalza,baila mientras se sube los calcetines, algo complicado, sino fuera por los años de práctica.
¿Que falta música? "No problem". Solo tiene que ir al salón acordarse de cuál es el botón de encendido de la cadena musical, ya que hace tiempo que no lo toca. No porque no escuche música, sino porque se usa tantas veces al día que con solo entrar a casa ya se enciende.
Ella entra a la cocina, y al llegar a la nevera, tiene que apartar millones de tarjetas de felicitaciones navideñas para encontrar el tirador. Se decanta por la sandía. Y como no podía ser de otro modo, la corta hasta llegar al corazón. El resto de sandía... bueno... ¡Qué se quede como la corteza solitaria del pan cuando todo el mundo se come la miga! Ella es la rompe corazones de la fruta. Después, entra en su habitación. En la pared (o lo que se ve de ella) hay varios pósters y cuadros. Los pósters son de grupos que nadie conoce, pero por esos mismo le gustan.
Ella tiene una teoría: Los grupos musicales son como las pilas, como si se desgastaran. Pero su teoría tiene un fallo: las duracell duran y duran, y en su ipod no hay ni una sola canción que dure más de 2 meses.
En cuanto a los cuadros: Nueva York y Londres. Esos cuadros que están en blanco y negro menos el típico taxi amarillo y la cabina telefónica, que están en color. Sí, hasta el gris se vuelve de colores.
Cuando pasa por al lado de su armario, un dulce olor a chocolate y a vainilla la invade. Es su terapia semanal. Cada semana cambia los olores de su armario por los de un dulce o fruta.
Así es como di los degustara, pero sin comer. Parece que hoy toca cambiarlo. Pone olor a arándanos. Ojalá tocara lichi... ¡Le gusta tanto!
Abre la ventana, y con una vela quema un trozo del tallo de un clavel. ¿Que porque no usa unas tijeras para cortarlo? Porque si va a morir prefiere que sea de forma natural. Se lo pone en el pelo y coge una paleta. Vaya, los pelillos del pincel están pegajosos... ¡Pero es que le da taanta pereza limpiarlos cuando acaba de pintar! A demás, así están más coloridos...
Pero no, hay que limpiarlos. Y coge un poco de agua u la pone en una tacita. Mete el pincel y lo aclara como si se lavara el pelo.
Finalmente, deja que ese pincel goce de su ratito de descanso húmedo y coge otro. Pinta, colorea y desliza el pincel, pero a su manera. No pinta en papel, no. No pinta en cartulina. Pinta en la paleta. Y la cuelga en su pared... En el único hueco libre.
Siente un pelaje en su tobillo. Es el gato. Su gato. O no del todo suyo quizás, porque ya no sabe de quién es, ni dónde lo encontró, ni porqué vive en su casa. ¡Pero el caso es que es tan suave! Tiene unos ojos de color tostado. Marrón ahumado. Sus pupilas son tan finas como la punta de su lápiz, y también afilada.
Va a continuar pintando, pero ya no le quedan paletas.
Bueno, tendrá que pintar en su mano.
Así es, capaz de hacer de su mano un óleo.
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