If he started arguing, he'd kiss you.

miércoles, 15 de junio de 2011

Éramos monos,


lo repetíamos todo menos las lentejas. 

Éramos pequeños, soñadores, dormilones y a la vez desvelados.

Deseábamos ser princesas, astronautas. Volábamos más allá de los sueños y nos sentíamos gigantes respecto al juguete con el que pasábamos el rato.
Saber como beber por una pajita a la vez que controlar un barco teledirigido sobre el agua era todo un logro.
El mayor de los problemas era cuando no habían lacasitos, o papas, o gusanitos en la despensa y como evitar que mamá nos hiciera tomar coliflor para cenar si no nos la comíamos a mediodía.
Vivimos en un universo de pompas. Cuando somos pequeños, esas pompas nos protegen y evitan que nos pasen cosas horribles. Nos hacen inmunes.
Pero luego crecemos, y esas pompas van perdiendo jabón, que se sumerge en el tejido del aire. Se convierten en agua que te salpica en los ojos y escuece, y hace que te caigas al vacío. En ese momento estamos desprotegidos, y es cuando el amor llega.
Es como un pulpo que nos abraza a ocho bandas. Nos obliga a amar, a querer a alguien sobretodo por sus defectos, por sus manías.
Por que ella le quiere, ella también tiene manías y muchas.
Por ejemplo, siempre se hace trenzas para dormir, por que así piensa que se le ondula, aunque cuando se las quita su pelo sigue siendo plano y sin forma. Es completamente recto, salvo por dos rizos que tiene más allá de las orejas, que parecen antenas.
Siempre se pone los calcetines, salvo en verano, pero aún así sus pies y su nariz están helados.
Siempre tiene en la boca algo dulce. Puede ser chocolate, un chicle, una fruta o un barquillo de los que se ponen en los helados, aunque a ella le gusta ponerlo en sus yogures con trozos y hacer como si fuera una pajita, absorber.
Estas la hacen poco común, y eso le gusta. Pero más le gustan él y sus sorpresas.

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