Todos nacemos con una misión.
La de algunos, ésta es ganar en todo; la de otros, fracasar constantemente.
No importa cuántas veces caigas, ni cuánto tardes en levantarte.
Tampoco si tropiezas, no ves con qué te cruzas, qué te guía hacia la luz, si prefieres vivir ciego o manco.
El destino nos une, nos separa, juega con nosotros y nos desplaza hacia un lugar donde nadie mira.
Somos peleles, controlados por un ventrílocuo, que nos dice qué gritar, gesticular o pensar. No es el cerebro, no es el corazón... La lógica no reside en ningún órgano. La lógica persiste en el ambiente, se esconde allá donde viven los incomprendidos y marginados, y no discrimina a cualquiera, sino a todos.
Para mí, esta misión no tiene importancia alguna. Mientras yo esté aquí, solo me voy a ocupar de una cosa.
De que tú vivas. Sea o no junto a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario