Lección: El número de cosas que tengas en la cabeza más 3.
¿Qué es lo que vemos en un reloj de arena?
Lógicamente, arena.
Dividida en granos, de distintas tonalidades, pero el fin y al cabo marrón.
Itinerante, ligera pero pesada a la vez, escurridiza, dirigible, moldeable, dispersa...
Pasa de un lugar a otro, para luego volver.
Está encerrada en un cristal, aislada, capturada, condenada a caer y caer hasta romper el vidrio que la enjaula.
Hasta el más mínimo y minúsculo grano de arena tiene rutina.
¿Qué es lo que marca?
Indefinidas e infinitas posibilidades.
La duración de un beso, de una discusión entre varias personas sobre si su ficha del parchís ha recorrido una casilla más de lo correspondiente... Pero, siempre el paso del tiempo.
¿Podríamos darle la vuelta? Sí.
De hecho, si no lo hacemos el tiempo deja de transcurrir en su interior, aunque por fuera siga pasando.
Pero no podemos hacer que vaya marcha atrás.
Creedme cuando os digo que lo he intentado.
Tantas veces ya... que creo saber el número de granos de arena que hay dentro.
¿La solución más rápida a olvidarlo todo?
Puede que sea cogerlo, ponerlo horizontalmente, de manera que la arena se distribuya y se pare, haciendo así una barrera para los granos y guardarlo al fondo de un baúl para encontrarlo años después y ponerlo en la estantería al haberlo olvidado todo.
Pero eso es muy lento.
¿Lo rompemos?
Suena a actividad familiar.
-¡Vamos a romper el reloj de arena a ver si así dejamos de discutir por si se nos acaba el tiempo de nuestro turno al jugar a juegos de mesa!
O a soledad...
- Si le golpeo con un martillo tal vez se para el tiempo y puedo disfrutar de algo en mi vida...
Pero eso es ridículo.
No hay solución, hagas lo que hagas te olvidarás de él y te acordarás en el momento en el cual menos tenga que ver esa imagen en tu mente.
¿Que no tienes reloj de arena?
Sí que lo tienes, no hace falta que sea material.
En tu mente siempre está.
La única manera posible de volver al pasado como decíamos antes es... recordar.
Como dice el título, palabra capicúa con innombrables significados.
¿Qué es lo que vemos en un reloj de arena?
Lógicamente, arena.
Dividida en granos, de distintas tonalidades, pero el fin y al cabo marrón.
Itinerante, ligera pero pesada a la vez, escurridiza, dirigible, moldeable, dispersa...
Pasa de un lugar a otro, para luego volver.
Está encerrada en un cristal, aislada, capturada, condenada a caer y caer hasta romper el vidrio que la enjaula.
Hasta el más mínimo y minúsculo grano de arena tiene rutina.
¿Qué es lo que marca?
Indefinidas e infinitas posibilidades.
La duración de un beso, de una discusión entre varias personas sobre si su ficha del parchís ha recorrido una casilla más de lo correspondiente... Pero, siempre el paso del tiempo.
¿Podríamos darle la vuelta? Sí.
De hecho, si no lo hacemos el tiempo deja de transcurrir en su interior, aunque por fuera siga pasando.
Pero no podemos hacer que vaya marcha atrás.
Creedme cuando os digo que lo he intentado.
Tantas veces ya... que creo saber el número de granos de arena que hay dentro.
¿La solución más rápida a olvidarlo todo?
Puede que sea cogerlo, ponerlo horizontalmente, de manera que la arena se distribuya y se pare, haciendo así una barrera para los granos y guardarlo al fondo de un baúl para encontrarlo años después y ponerlo en la estantería al haberlo olvidado todo.
Pero eso es muy lento.
¿Lo rompemos?
Suena a actividad familiar.
-¡Vamos a romper el reloj de arena a ver si así dejamos de discutir por si se nos acaba el tiempo de nuestro turno al jugar a juegos de mesa!
O a soledad...
- Si le golpeo con un martillo tal vez se para el tiempo y puedo disfrutar de algo en mi vida...
Pero eso es ridículo.
No hay solución, hagas lo que hagas te olvidarás de él y te acordarás en el momento en el cual menos tenga que ver esa imagen en tu mente.
¿Que no tienes reloj de arena?
Sí que lo tienes, no hace falta que sea material.
En tu mente siempre está.
La única manera posible de volver al pasado como decíamos antes es... recordar.
Como dice el título, palabra capicúa con innombrables significados.
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