Parece mentira lo rápido que pasa el tiempo... ¿verdad?
Un día te sientas a su lado, le miras como a alguien más. Un poco especial es... ¿quizás?
Pasan los días y es extraño, parece que él es diferente.
Es divertido y te gusta, te encanta, cuando te hace caso.
Al cabo de un mes te sabes de memoria su actitud en cada momento, las canciones que canta y baila, quién y a quién le tiene manía.
De repente, tu mentalidad cambia, y la suya no.
Hace ya un tiempo que le ves como algo más.
Pequeña, ¿te estás enamorando? - te preguntas-.
-No puede ser... Es uno más.
"No lo es"
Esa frase te ronda por la cabeza constantemente.
Te conoces más a ti misma en esos instantes, pero porque reconoces que te estás engañando.
Al llegar a casa sientes una pequeña nostalgia.
Va en aumento. Te gusta esa sensación.
Tumbada en la cama piensas en tu día.
En el que has compartido junto a él, y en el cuál casi no estaba presente.
Por su parte, por que por la tuya siempre ha estado ahí.
Hablando, riendo, haciendo el loco, bailando, abrazándote, en todas partes... Y sigue: bajando la persiana con el entrecejo fruncido a causa de la luz del sol, llorando, enfadado, poniendo caras raras, mirando las nubes, a ti, escribiendo...
Quieres volver a verle cómo sea.
Y cuando llega el momento es... Raro, extraño... Sonríes y lloras al mismo tiempo, todo te huele bien y todo lo que respiras es dulce.
Vuelas, dando vueltas, pero en el suelo.
Él tiene mono de verano. Tú también. Llega la despedida.
¿AHORA?
Todo el color se ha ido. El buen olor es insípido.
¿Huele a mar a causa de la playa? No, solo a crema solar rancia a causa del calor.
Olor a vainilla congelada que pasa a ser el de las lágrimas secas y áridas.
Canciones para bailar que se convierten en baladas, esclavas del aire al ser cantadas en silencio.
Lo único que produce tu garganta es un gemido ahogado, sumergido en ansia, dolor y desesperación.
Esperas y el tiempo pasa, pero no lo parece.
Es eterno, condenada a la estupidez.
Aliento frío y gélido en pleno verano.
Cantos de ducha que parecían de soprano convertidos en silencios incómodos y eternos.
TIC-TAC, TIC-TAC, TIC-TAC...
Y sólo ha sido un mes.
Un día te sientas a su lado, le miras como a alguien más. Un poco especial es... ¿quizás?
Pasan los días y es extraño, parece que él es diferente.
Es divertido y te gusta, te encanta, cuando te hace caso.
Al cabo de un mes te sabes de memoria su actitud en cada momento, las canciones que canta y baila, quién y a quién le tiene manía.
De repente, tu mentalidad cambia, y la suya no.
Hace ya un tiempo que le ves como algo más.
Pequeña, ¿te estás enamorando? - te preguntas-.
-No puede ser... Es uno más.
"No lo es"
Esa frase te ronda por la cabeza constantemente.
Te conoces más a ti misma en esos instantes, pero porque reconoces que te estás engañando.
Al llegar a casa sientes una pequeña nostalgia.
Va en aumento. Te gusta esa sensación.
Tumbada en la cama piensas en tu día.
En el que has compartido junto a él, y en el cuál casi no estaba presente.
Por su parte, por que por la tuya siempre ha estado ahí.
Hablando, riendo, haciendo el loco, bailando, abrazándote, en todas partes... Y sigue: bajando la persiana con el entrecejo fruncido a causa de la luz del sol, llorando, enfadado, poniendo caras raras, mirando las nubes, a ti, escribiendo...
Quieres volver a verle cómo sea.
Y cuando llega el momento es... Raro, extraño... Sonríes y lloras al mismo tiempo, todo te huele bien y todo lo que respiras es dulce.
Vuelas, dando vueltas, pero en el suelo.
Él tiene mono de verano. Tú también. Llega la despedida.
¿AHORA?
Todo el color se ha ido. El buen olor es insípido.
¿Huele a mar a causa de la playa? No, solo a crema solar rancia a causa del calor.
Olor a vainilla congelada que pasa a ser el de las lágrimas secas y áridas.
Canciones para bailar que se convierten en baladas, esclavas del aire al ser cantadas en silencio.
Lo único que produce tu garganta es un gemido ahogado, sumergido en ansia, dolor y desesperación.
Esperas y el tiempo pasa, pero no lo parece.
Es eterno, condenada a la estupidez.
Aliento frío y gélido en pleno verano.
Cantos de ducha que parecían de soprano convertidos en silencios incómodos y eternos.
TIC-TAC, TIC-TAC, TIC-TAC...
Y sólo ha sido un mes.
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