Podríamos ver la precisión de los movimientos, contemplar como al escribir con un bolígrafo la tinta sale despacio, dejando su huella con un contorno alargado o redondo, según el tipo de "fuente".
Podríamos observar, una y otra, y otra vez, como si se tratara de una película, si las miradas que hace son hacia ti o hacia otra, si se pierde en el horizonte o tú eres su horizonte.
La sonrisa aguantaría más tiempo y los ojos achinados que la acompañan también.
En cambio, a cámara rápida... las cosas suenan más cómicas, divertidas, aventureras, que te dejan dolor de barriga de reírte tanto y de disfrutar. Te dan ganas de perderte a la velocidad de la luz, a la velocidad que no para en ningún momento.
Las cosas terminan y abren camino, veloces, hacia otras puertas.
Pero ese es el inconveniente.
Hacen que las cosas TERMINEN.
Por desgracia, yo vivo a cámara rápida. Pero los peores momentos se pasan lentos.
Muy lentos.
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