Es curioso como se pasan
las páginas de este libro, simulando al tiempo, el que hace que me ausente.
Aún por escribir, las
hojas, con alguna que otra marca de lo que antes era madera, me indican cada
momento, gesto y detalle que me rodea.
Me cuentan qué hiciste, cuántas
veces pasaste por el mismo lugar, qué pensaste, qué olores te abducieron, e
incluso cuántos sorbos le diste a la leche esa mañana.
Si te la bebiste o no de un
trago no importa, no tiene sentido meditar en si te sentaste y pensaste en todo
lo relacionado con ella, si te teletransportaste al instante en que no te pudo
soltar, en el que parecía que nunca iba acabar.
Todo lo contrario de lo que
decían, porque las opiniones que me decían para animarme se acabaron
cumpliendo.
Pero no pareció alegrarme.
De hecho, me di cuenta de que lo único que me importa es que cada extremidad,
pelo, pestaña, milímetro, y por supuesto cada minúsculo trozo de ti sea feliz.
Aunque eso no me incluya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario