-Creo que he encontrado la solución.
–dijo levantando bruscamente la cara, que anteriormente descansaba sobre la
mesa-. Tenemos que suplicarle al viento que nos deje volar.
-¿Y cómo piensas hacer eso?
-Enviándole aviones de papel,
haciendo señales de humo, colando mensajes en botellas, sin rumbo fijo, componiendo
canciones a las cuatro de la madrugada que solo podamos oír tú y yo, mezclando
colonias hasta emborracharnos del olor y, cómo no, secuestrando cada esquina de
la ciudad, para ti y para mí, sin aceptar rescates.
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