Desde hace unos
años se nos intenta convencer de que el 14 de Febrero es el día de los
enamorados.
¿Por qué tiene que
ser un día concreto? El amor se demuestra en todo momento, no una vez al año.
No tenemos por qué cubrir a quienes queremos de rosas, bombones del más dulce
sabor o cartas que digan lo grandes que son en nuestras vidas.
Sabemos que en
cualquier situación estarán ahí, llueva, nieve o haya el más inmenso temporal.
Pero siempre nos
haremos ilusiones con aquellos que están ahí, pero no del modo en el que
esperamos.
Así, los catorce
de Febrero de cada año se convierten en la ilusión de todos por las mañanas, en
la contínua advertencia de las tardes, y en la pausada espera de las noches.
Algunos no saben
cuántas veces han mirado el reloj hoy, cuántas han deseado que fuera marcha atrás,
que se parara el tiempo para poder estar con él un poquito más, notarle cerca y
no poder evitar la sonrisilla a la que se han hecho adictos.
No se puede llamar
“estar enamorado” a alguien que no es correspondido. Así acaba el día de hoy,
con miles de falsas esperanzas, millones de expresiones de incredulidad y de
gritos de locura.
Fuera del
consumismo, el día de hoy es vicio de tontos. Yo misma confieso el ser una
tonta, el no poder resistirme a traer sonrojos a los que me rodean, de
desearles un feliz día a todos los que me encuentre por la calle, cantándoles,
bailándoles y repartiendo flores a los que me llamen loca.
Porque ese es San
Valentín, el día de los locos del amor.
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