Decidimos
aislarnos.
Silbamos
para evitar escuchar el más mínimo ruido, para ignorar todo que no fuera fruto
de nuestra imaginación.
Nos
deslizamos, como niños, por las ramas de los árboles, planeando entre liana y
liana.
No
tocamos el suelo hasta que nos despertaron.
Pero
al alzarnos, nos dimos cuenta de lo que nos esperaba, y preferimos dormir de
nuevo.
Perdimos
las llaves del pasado, alguien las escondió.
Ahora
todo lo que nos queda es el presente, aunque no siempre sea lo que más
deseemos.
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