If he started arguing, he'd kiss you.

sábado, 11 de febrero de 2012

Turismo.


Siempre me he preguntado qué sentimiento recorrerá a los habitantes de las grandes ciudades del mundo al despertar una mañana cualquiera.
Algunos abrirán la ventana y disfrutarán un poquito más por cada avenida que divisen los prismáticos de su vista.
Otros soñarán con escaparse un fin de semana al campo, para descansar de los humos de la metrópolis, y quizá no volver.
Serán pocos los que lloren al ver dónde viven, emocionados por el remover de las aguas venecianas, los acordeones de París, las cabinas telefónicas londinenses y los pliegues del vestido de La Estatua de la Libertad y de su gran antorcha, que parece tirar más cenizas que los miles de fumadores de la urbe juntos.
Pero los realmente ausentes en estas inmensas poblaciones serán los que se levanten y rían, desayunen croissants con zumo de manzana, se rebocen en el jazmín de su pequeño espacio secreto y rían, llamen por teléfono, bailen, envíen cartas, abran buzones y tracen en cada minuto del día una sonrisa que ilumine la ciudad.
Porque si todos lo hicieran no harían falta farolas.

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