Se
decidieron por acampar junto al mar.
Fugitivos,
huyendo de quién sabe qué y escondiéndonos de algo inexistente.
Se
alejaron de los que parecía ser la sociedad, de los vapores y gases tóxicos de
cada tubo de escape, del consumo, de los rayos de sol que se ocultaron por
nubes de contaminación, de los molestos y ruidosos sonidos procedentes de las
teclas de móviles, ordenadores, máquinas de escribir…
También
dejaron de lado el olor a metro, a asfalto recién colocado, a pan, brownies y bollería industrial, cualquier
sensación auditiva propia de la ciudad, de monedas cayendo, de cualquier música
que no se pueda hacer con la naturaleza, es decir, puro ruido sin coherencia.
<<-¿Dejamos
atrás los despertadores, las dietas, los Special
K?>> - fue su pregunta, un tiempo atrás-.
Y
no saben si se apartaron para siempre o no, pero lo que sí hicieron fue
olvidarse de toda persona o ser, famoso o no, que no fuera su madre, su gato, y
el otro.
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