Se dio cuenta de que
estaba sola, con la única compañía de la oscuridad.
Noche sin luna, con
charcos que no habían sido formados por la lluvia, ni por el alcantarillado, ni
formaban parte del derrame de una bebida por algún despistado que no miró dónde
apoyó su botella.
Las ganas de cantar
se apoderaron de ella, quiso hacer de la soledad un musical con percusión a
base de dolor y que la flauta de su mente volviera a funcionar.
Pero no pudo.
No ahora que él no
estaba, o al menos no tan cerca como ella deseaba…
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