Querido Papá Noel,
Este año no te voy a pedir unos
patines nuevos, ni una cinta para el pelo de mis muñecas como cuando era
pequeña, ni una piruleta que tenga el tamaño del planeta Marte, ni un trozo de
la luna para dárselo a comer a alguien diciéndole que es queso.
Tampoco voy a pedirte unos lápices
de colores que no se acaben nunca por tal de no sacarles la punta, ni una
prueba de que existes, ni una casa en un árbol.
No te voy a suplicar que me dejes
dar un paseo en Rudolf, ni un pez de colores que pueda nadar en mi bañera.
Es aquí dónde realmente empieza
mi carta.
Puede que éste año haya sufrido
de todo, desde la más inmensa alegría hasta las mayores lágrimas haciéndome éstas
tiritar.
He visto el cielo más azul
convertirse en tormenta en unos instantes, y mojándome más con paraguas que sin
él.
Algunas de esas tormentas no las
cubría ni el techo de mi casa, porque éstas empezaban detrás de las paredes.
A lo mejor debería haberme
portado mejor con algunas personas, por muy difícil que me lo pusieran, y debí
haber evitado el error.
¿Que qué deseo por Navidad?
Volver a gritar por los pasillos
pensando en cada momento junto a él, saltar recordando cada milímetro de él,
cada susurro, palabra, gesto y acción por su parte.
Escuchar esas canciones y
alegrarme por saber que las puedo volver a cantar con él en cualquier momento,
y no sola, siempre rodeada de gente y aislada a la vez.
Quiero volver a sentir esa
musicalidad en mi interior, la que notaba hace 6 meses, antes de que todo
ocurriera.
Las segundas partes nunca fueron
buenas, pero el final, si no queda abierto, es peor.
Dale recuerdos a quiénes creen en
ti,
Una exlunática.
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