Ella va al revés del
mundo.
Le da igual la primavera,
el viento no fluye en ella.
El olor, cada vez más
estival, de las frondosas copas de los árboles no le importa, no va a sentir su
frescor.
Su “spray vital” se ha
quedado por el camino, perdido entre todo aquello de lo que no queda resto
alguno.
A ella, las horas de luz
no le sirven, solo estorban, porque no le encubren sus lágrimas.
Cada vez que anochece, el
frío la azota, aunque todo el mundo esté afectado por una ola de sofocante
calor.
Hasta que no se congelen
sus pulmones, no parará, porque es la única parte del cuerpo que todavía le
funciona.
Todas las demás están
entumecidas. Entumecidas de aquello que nos quieren hacer creer que se llama “amor”.