Me
suelen tomar por loca, porque disfruto del sentido del tacto.
Cuando
me aíslo y deslizo mis dedos por encima de un trozo de tela aterciopelada, los
paseo como si el dedo índice y el corazón fueran dos piernas que guían al resto
de la mano.
Cuando
aterrizan en un terreno caliente, se asustan y huyen.
Cuando
es frío, cogen los patines y empiezan a patinar por la textura, captando todo
lo que hay, sin que importe la temperatura.
Me
llaman rara cuando dejo perder mis dedos en un montón de m&m’s, toco el
agua y la masajeo con un ritmo constante, o te digo que me muero por poner un
dedo en sus labios y mandarles callar.
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