-¿Y bien…? ¿Qué me
querías decir?
-Nada.
-Nada siempre es
algo.
-¡Claro que es algo!
-¿Y pretendes que lo
adivine?
-No hace falta.
-¿Qué es esta vez?
¿Estás harta de que no te mire como quieres que lo haga? ¿Que hoy no he llegado
a la media diaria de “smileys” que van para ti? ¿Que echas de menos todo?
-No. Quiero que se
mantengan los coros que hacíamos y que cada vez que escuche esas canciones no
sea en un ascensor, el comedor de un hotel o el probador de una tienda del
barrio. Quiero que cambien los temas de conversación, que sean esos que no
lleven a ninguna parte, que nadie entienda. Quiero nuestro propio código,
nuestros compases, nuestros bailes, abrazos…
-Vamos, lo de
siempre.
-Pues si estás harto
de oírlo… ¡Que pase de una vez!
-¿Y si no tiene por
qué volver a pasar?
-Pues seguiré igual,
es lo que toca.
-¿Rutina de
enamorada?
-Sí. Mi tarea de hoy
es mantener esta conversación otra vez para que no te vayas, porque aunque solo
sea subirte a la tarima o cambiarte de clase, me duele.
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