Siempre nos
han intentado convencer de que pensar en cada momento es necesario, de que no
debemos reaccionar sin hacerlo antes, e incluso replantearnos la situación
varias veces antes de realizar la acción.
Ingenuos
aquellos que nos lo dijeron, ingenuos de ellos, porque no contaban con que todos
se saltarían esa norma.
Quiénes
niegan haber actuado alguna vez sin pensar es porque tienen miedo de la
realidad, miedo del amor.
Ya que en los
mejores momentos a veces se mide tomando como unidad las veces que actúas sin
pensar.
El beso
robado, la carcajada que deja sin respiración y el abrazo fugaz y divertido no
son más que el principio.
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