Un año más.
Vuelven los
deseos, las colas en los supermercados, los cotillones en los que cada año
meten una máscara, confeti, serpentinas y algún que otro matasuegras, la ilusión,
los sueños y esperanzas para el periodo determinado que viene…
Regresan los
sueños, las uvas con y sin pepitas, los propósitos para el año nuevo.
¿Y qué toca
proponernos este año?
Posiblemente,
la lista de estos propósitos debería estar hecha desde más o menos dos o tres
semanas antes de Nochevieja, pero pienso que es mejor dejarlo para el final,
para ver qué sucede durante ese lapso de tiempo.
Propongo una
idea:
Voy a dejar el
consumismo de lado, a olvidarme de las ofertas y propuestas y descuentos que
ofrece la ciudad en esta época del año.
Voy a
centrarme en las calles iluminadas, en el olor a bizcocho recién hecho, a turrón
partido recientemente y a flor de pascua.
Alejándonos un
poco del ambiente industrial quizá nos demos cuenta de aquello que no hicimos
bien este año que ya acaba, de todas aquellas veces que no hicimos lo que debíamos
y de todas las lágrimas que causamos.
También
recordaremos todas las sonrisas desatadas, carcajadas tan sonoras que se
escuchaban a medianoche en nuestras mentes, de madrugada y que retumbaban al
despertar.
Nunca olvidéis
todo lo que ha sucedido en 2011, ni los que participasteis en él, ni los que entrasteis
en mi vida es éste.
Feliz Año
Nuevo a todos, y esperemos que 2012 llegue con sorpresas y con sueños cumplidos.






